El carnaval de los años 20 y 30



El carnaval en aquella época duraba sobre una semana, comenzando con el domingo “gordo” al que seguían seguían los bailes del lunes y martes, que era el día más fuerte, para finalizar al domingo siguiente, de piñata.

Por cuestiones económicas los disfraces eran muy simples, y consistían básicamente en una túnica, una capucha y una careta de cartón o de tela, o una combinación de ambas que tapaban la cara. Para mejorar la simplicidad de los trajes algunos colgaban de los disfraces cascabeles que hacían sonar por las calles.

Las caretas eran de cartón o de telas, las cuales se hacían en casa, aunque también las habías de cartón que se vendían figurando monstruos.

En los soportales de la plaza de España, junto a la actual pastelería Ariza, vivía la Domitila, una señora que durante los festejos alquilaba trajes a dos pesetas diarias (de Pierrot y otros tipos) y caretas.

También en los propios salones de los bailes se arrendaban capuchones con caretas por 4,50 pesetas.

Una broma habitual de los grupos de muchachos era colgar de un palo un higo o un arenque, ofreciéndolo a los viandantes con la cancioncilla “allí, allí, con la mano no y con la boca si”.

Muy popular era la figura del padre Mollete, un peculiar hostelero cuyo local que estaba situado entre la esquina de las Calles Puente y Castelar, alcanzó gran fama. El sobrenombre de esta persona obedece a que se solía disfrazar de cura, traje que además le daba un particular aspecto pues era muy cargado de hombros. El padre Mollete fue uno de los principales instigadores del entierro de la sardina, que no obstante dejó de hacerse a los pocos años de empezar el siglo.

Los salones de baile
Sin perder su esencia callejera, el carnaval se centra en esta época, de manera fundamental, en los bailes de máscaras que se desarrollaban en múltiples salones habilitados al efecto en la ciudad.

Por el lujo y brillantez destacaban los bailes que se organizaban en el Casino y el Liceo, donde se reunía la sociedad emeritense. Se recuerda como anécdota que en un Domingo de Piñata, el periodista del diario “La libertad” D. Félix Forte acompañado de un grupo de “máscaras” desmontaron la gran alfombra del Casino y metiéndose debajo de ella, a modo de gran culebra humana, atravesaron la calle Santa Eulalia hasta llegar al Liceo.

Otro local muy popular en carnaval era el Club Artesanos, cine que se convertía para la fiesta en salón de baile donde cientos de personas disfrutaban al son de la orquesta dirigida por D. Castor Espadiña.

En la Tercia de la calle Bastimentos, hoy de los Maestros; la Sociedad Ferroviaria, junto al antiguo museo; el Plata y el Maravillas (actual sede socio cultural de Caja Badajoz en la plaza Santo Domingo) se festejaban también multitudinarios bailes de máscaras.


Pero sin duda alguna el local que destacaba por sus bailes más animados era el Disloque. Esta sala, primero casino y después cine, estaba ubicado junto al Templo de Diana, siendo derribado para un mayor desahogo del entorno del monumento.

El disloque que fue fundado a finales de los años 20 por D. Manuel Lanza nace tras una discusión con los directivos del Círculo Emeritense, en la que a voces D. Nana, apodo como se le conocía a este pintoresco personaje, concluyó diciendo: “Ahora mismo, hago un casino para mí solo”.

Los bailes del Disloque eran muy populares por su carácter atrevido y jocoso. Duraban hasta el amanecer y en ellos no solo los máscaras aprovechaban para bailar y beber sino para también para ligar con las misteriosas chicas enmascaradas que por allí abundaban. Se cuentan como anécdotas que en más de una ocasión algunos de aquellos chicos se pasaron toda la noche intentando ligar con quien realmente eran sus esposas. O aquel otro que estuvo toda la noche bailando e intentando ligar con una misteriosa señora enmascarada, la cual si conocía quien era el caballero ligón, manteniendo oculta su identidad hasta el amanecer, momento que aprovechó para descubrir que era su madre, lo que generó motivo de mofa en ella y de gran enfado en él.

En alguna ocasión D. Nana se negaba a abrir el local, debido a los grandes desperfectos que se ocasionaban con motivo de los bailes de carnaval (esto da una idea de cómo podrían ser). Esta negativa daba lugar a que se compusieran por parte de las comparsas alguna copla alusiva a su salón.

Una de ellas, con música de zarzuelita decía así:

“Don Nana, ábranos usted el Disloque,
no nos haga de ir al Refregón
pues si sigue su salón cerrao
¡bacalao, bacalao…bacalao…!
Ábralo pronto D. Manolito
Para que digan los del Rincón
Que con Lanza, no hay empresario
Hombre cabal, que sepa tanto de Carnaval”

Cuando terminaban los bailes, los máscaras se dirigían a bares como el Medea, el Zepelín, la Posada del Agua y otros, en busca del chocolate con churros que les entonara el cuerpo. Y si era día laborable, muchos desde allí se iban a trabajar.

A finales de la década de los 20 fueron muy famosos los bailes de color, en el que cada año se dedicaba el baile a  un color: rojo, rosa, amarillo…, Se organizaban en el sábado antes del Domingo Gordo por Dª Mª Josefa López de Ayala en el Cine-Teatro Mª Luisa, siendo con carácter benéfico a favor del Refugio de los Pobres.

Las agrupaciones musicales: murgas, charangas y estudiantinas
Un aspecto importante del carnaval de aquella época era la música. Las murgas y charangas eran las más jocosas, y en sus coplas caricaturizaban a pintorescos personajes de la ciudad o denunciaban los desmanes de la vida política. Por ejemplo estaba esta copla que dedicaba el grupo “Matarratas” a la “Matea”:

“La pobre la Matea
la van a retratar
en el carro la basura
con la camisa colgá
su padre toca el bombo
su madre el fandanguillo
y el pobre de Román
bailando el seguidillo”

Las murgas, que eran abundantes, unas 15 o 20, se disfrazaban de mamarrachos utilizando ropas viejas.

Por el contrario las estudiantinas a ritmos de vals, pasodobles, tangos o fados, recorrían las calles entonando canciones de amor. En ocasiones las estudiantinas simulaban alguna realidad de la vida política, como aquella de “Los Marineros”, que parodió en 1.922, el desembarco de Alhucemas, poco antes de la dictadura de Primo de Rivera.

Con música de Cochicho y letra de Alonso de la Osa, la estudiantina Los Pajes interpretaba en 1935 la siguiente letra:

El sueño se ha disipado
Y ante ustedes vamos a cantar
Gondoleros el año pasado
Y Pajes este carnaval
¡Oh siglo de miriñaques!
Y pelucas de grande blancor,
Carretelas de bellos brocados
Terciopelo espadas y amor.
Los Pajes son de gran distinción
Y todos tienen buen corazón
Mi daga nunca dio lugar
A ningún infeliz a matar.
Si alguna vez con sangre manché
Seguro fue por algún querer
Los Pajes somos dados al amor
Si es bella la mujer.

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